Escuela

PENSAMIENTO SOCIAL CRÍTICO

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EL SER Y EL LENGUAJE

LECTURAS LITERARIAS

La Escuela de Formación en Pensamiento Crítico del CEEZ es un espacio para la actividad filosófica en colectivo que busca la formación de ciudadanos y ciudadanas con capacidad para discernir las problemáticas de nuestro tiempo  y tomar una posición ética y política al respecto. En este proceso de formación realizamos análisis y crítica —valiéndonos de una articulación entre diferentes saberes sociales y humanos— de los modos de vida que se erigen en el seno de las diferentes estructuras de poder y a partir de las visiones de mundo que éstas producen; una forma de la crítica que nombramos disputa ideológica y que busca develar las injusticias y opresiones que se reproducen en la reproducción de dichas estructuras y en la reproducción de las concepciones, valoraciones e ideales que están a la base de ellas y que se tornan prácticas y relaciones en la vida cotidiana. En este sentido, nos importa, para poner un ejemplo, el estudio del marxismo porque nos ofrece elementos para el entendimiento del funcionamiento del modo de producción capitalista y las causas estructurales de la desigualdad económica de nuestras sociedades, pero, a su vez, porque nos abre a la pregunta de cómo la ideología, que encuentra su sede en cada sujeto, posibilita ese funcionamiento. Vamos, pues, a los saberes en tanto esto nos posibilitan entender las determinaciones de orden social y subjetivo que pesan sobre las clases, los géneros, la razas, pero, al tiempo, como posibilidad para interpelarnos y cuestionarnos en medio de esas determinaciones. Nos importan los saberes (marxismo, psicoanálisis, feminismo, historia, filosofía, literatura, entre otros) para entender mejor el mundo en el que vivimos, pero, sobre todo, para identificar cómo ese mundo se ha hecho interior en cada uno de nosotros. En este sentido, valoramos el pensamiento como forma de emancipación de los mecanismos de dominación externa pero, principalmente, como forma de emancipación de nosotros mismos. Para la Escuela del CEEZ la relación con los saberes ha de tener una arista ética en tanto interroga no tanto cuánto sabemos sino cómo vivimos; ha de tener una arista política en tanto no pregunta cuánto conocimiento poseemos sino qué decisiones tomamos respecto al rumbo de las colectividades y sociedades de las que hacemos parte. Se trata, en síntesis, de un ejercicio de formación que, por un lado, apunta a promover una palabra y un pensamiento propios, situándonos reflexivamente en nuestro contexto, y, por otro lado, implica un sentido compromiso práctico con la vida y los problemas de nuestro tiempo, en la medida en que asume el conocimiento como una herramienta para intervenir y confrontar el modelo de sociedad que reconoce como insostenible ecológicamente e incapaz de realizar los valores de la libertad, la igualdad, la democracia y la dignidad para todas las personas.

Los frutos de esta actividad formativa salen a la luz por medio de la palabra oral y escrita de los integrantes de la Escuela que participan en diferentes escenarios culturales de la ciudad y que colaboran con nuestras publicaciones; una palabra oral y escrita comprometidas, que revelen, como diría Sartre, el mundo y el ser humano a los ojos de los demás seres humanos. De la micropolis que es nuestra escuela vamos a la Polis, de la Polis retornamos a la Escuela, en un movimiento constante en el que la palabra atiende el mundo en el que vivimos y lo habla para revelarlo.  

La Escuela del CEEZ se compone de tres grupos de estudio: «Pensamiento social crítico», «El ser y el lenguaje» y «Lecturas Literarias».

Metodología

En nuestros espacios de formación buscamos articular desde la práctica los siguientes principios: 1. La articulación compleja de diferentes saberes sociales y humanos como posibilidad de pensar complejamente el mundo en que vivimos; 2. La actividad de leer e investigar como trabajo que se realiza en torno a problemas que nos atañen en nuestra vida personal y colectiva; 3. La actividad de la escritura como forma de entrar en un diálogo genuino con la alteridad que significan los textos de referencia y a la luz de los problemas que nos implican; 4. La actividad de la conversación como despliegue de las exigencias del discurso racional y de la ética del diálogo; 5. La relación con el conocimiento como posibilidad de vivir mejor. 

Es por ello que los diferentes encuentros de nuestros grupos de estudio se tejen desde una indagación común (problemáticas, conceptos) en la que están implicados los participantes, reconociéndose, por tanto, como constructores de sentido en torno a ella. En este sentido, asumen la lectura como trabajo, la escritura como posibilidad de escribirse en tanto se consideran no escritos, inacabados, y la conversación como una construcción colectiva de conocimiento. 

La lectura como trabajo exige una posición activa frente a los textos en tanto éstos comportan sus propias proposiciones e ideas, sus propios significantes, un lenguaje interior que ha de interpretarse por el lector; un ejercicio intelectual a realizarse en muchas ocasiones desde una lucha contra él mismo en tanto el código a interpretar puede objetar las ideas que cimentan su propia identidad. Este trabajo interpretativo autoriza la crítica y la ocurrencia: puedo distanciarme de algo y cuestionarlo en tanto lo he entendido; puedo idear, construir un sentido genuino, si cuento con elementos para ello. 

La escritura como posibilidad de escribirse en tanto es ella el trabajo interpretativo mismo, las formas que cobramos en el diálogo con los textos. La escritura abre el campo de indagación e investigación en torno a las preguntas esenciales que nos atraviesan y en ese proceso nos transforma y nos constituye: la escritura, en este sentido, no registra contenidos, informaciones, sino que escribe a quien escribe. En el CEEZ apelamos a tres formas de la escritura: la que da cuenta, mediante las transcripciones textuales, los resúmenes y las paráfrasis, de la actividad de desciframiento del código interno de los textos, una actividad que trastoca al lector en su propia identidad en tanto se encuentra ante una alteridad (los textos); la que manifiesta una crítica, una distancia con respecto a los sentidos que dimanan de dicho código, escritura que da cuenta de las resistencias necesarias para el  proceso del pensamiento (quien no se resiste no se está poniendo en juego en la lectura misma); la que se torna expresión de una palabra propia, creación de una nueva posición.

La conversación como una construcción colectiva de conocimiento en la que los interlocutores deben sostener las exigencias del discurso racional: argumentar la propia postura; escuchar la contraria, con cuidado y respeto para autorizarse a interpelar; y ser consecuentes reconociendo si se estaba defendiendo algún equívoco. El diálogo no busca tanto demostrar cuál de los dos conversadores tiene la razón —como en la polémica— cuanto alcanzar, con el otro, las conclusiones más acertadas con respecto al tema que se está tratando. En esta práctica de conversación se encuentran interlocutores que han trabajado previamente su palabra mediante un ejercicio de lectura. En este sentido, este tipo de diálogo exige, primero, que seamos capaces de valorar la propia postura e interpretación del texto (es necesario tener una perspectiva desde la cual aportar en la conversación, pero no al punto de tenerla por verdad absoluta porque entonces el contertulio no tendrá lugar), y, segundo, una valoración de la postura del otro que también la ha trabajado. Esto deja entonces la posibilidad, para los dialogantes, de poner en entredicho el propio saber, de realizar un cuestionamiento en torno a ellos mismos, y la apertura a conclusiones más elaboradas, sea porque la conversación tuvo como resultado la corroboración de una postura, sea porque se llegó a una revisión de ésta.